A escasos días
para el evento electoral más importante de los últimos años, nos encontramos en un punto en
el cual afloran los rumores, críticas, descalificaciones, consignas e incluso
hasta esperanzas y sueños.
Todo tipo de
escenario se nos viene a la cabeza, todo tipo de motivo o razón se desenvuelve
en nuestro subconsciente y nos dicen a cual candidato seguir y a cual no, pero
sobretodo, el porqué.
Es una tarea
difícil, más que todo para esta masa que es la juventud, quienes además
llevamos a cuestas el peso de “ser” el futuro, -ó es que acaso no han escuchado
más de una vez por parte de alguien con destellos plateados en el cabello decir
“ustedes los jóvenes son el futuro”- decidir eso exactamente, cómo será nuestro
futuro y quién será la persona qué lleve las riendas del ejecutivo en los años
venideros.
Pero detengámonos
un momento a analizar ¿Cómo está la juventud hoy en día?, ¿Cuál es nuestra realidad?. En primer lugar, no creo que sea muy fácil comparar con épocas
anteriores, para una generación que escasamente ha visto, con conocimiento de
causa, a un presidente tomar el poder, a una generación que ha vivido 14 años
bajo un solo modelo que se hace llamar socialista pero que representa lo peor del modelo capitalista y autoritario, donde vemos y escuchamos a
diario denuncias sobre los peores casos de corrupción y simplemente no pasa
nada, donde la impunidad parece ser una tarea más del sistema judicial. Y es
que pareciera que estamos acostumbrados a esperar el periódico del domingo para
ver cuántos paisanos cayeron esa semana a manos del hampa ó para ver en cuánto
aumentó la inflación ese mes.
No es justo, no
es justo que salgamos a la calle ó agarremos el autobús diario, y estemos
pendientes de quien se monta, para que en el mejor de los casos, nos quiten una "colaboración" y no por el contrario, lo poco que podamos tener. No es justo que
nuestros profesionales recién graduados tengan que ingeniárselas para sobrevivir, porque no consiguen empleo en algo por lo menos relacionado con su
carrera; no es justo, que nuestras universidades tengan instalaciones
cayéndose, ni que las autoridades se escuden -y lo peor, es que sea cierto- en
que el Estado no le asigne los recursos necesarios para levantarlas y
modernizarlas, no es ni mucho menos justificable que los obreros y maestros
de nuestras prestigiosas universidades públicas, tengan que protestar porque
simplemente no les alcanza el sueldo.
Ahora, si
profundizamos en la educación, nos damos cuenta que esta, que tendría que ser
la base cultural e intelectual de toda población, está totalmente abandonada
por parte del Estado, sobretodo la educación inicial y media. Y es que para
nadie es un secreto que las escuelas y liceos públicos de a poco se mantienen
en pie, que la calidad de educación es pésima, bien sea porque no se le exige
al alumnado, ó por falta de motivación tanto en los estudiantes como en los
docentes. No es posible que estemos así en este renglón, y es que como dijo un
sabio “un pueblo leído, jamás es sometido”, y si las cosas siguen así después
del 7-O, parecerá que no hubiésemos leído nunca.
Pero ante todo
este panorama, se nos presenta una alternativa, una alternativa que nos pone a
nosotros, a la juventud, al futuro, como banderas. Pues la propuesta de
Henrique Capriles, de la Mesa
de la Unidad
Democrática, es una propuesta renovadora, de verdadero
cambio, bueno, por lo menos es eso lo que nos aseguran y en lo que estamos
dispuestos a creer y trabajar. Mejoras de los servicios públicos, un gran programa de
educación, una reforma a nivel de salud bastante grande y necesaria, la verdadera inclusión que tanto se nos ha
prometido; industrialización y diversificación de la economía, no saliendo del
petróleo, sino invirtiéndolo en Venezuela; que de verdad sintamos que PDVSA es
de los venezolanos, y que nuestro petróleo es usado en nosotros mismos, como
debe de ser. Estas son algunas de las propuestas que se nos ofrece a los
venezolanos, un programa bastante serio, rentable y convincente.
Pero si estamos
seguros de algo, es que no será un trabajo fácil, que tampoco seremos de la
noche a la mañana la
Venezuela soñada ni la Venezuela “desarrollada”. Pero ahí es donde entra
nuestro papel, ahí es donde entra la juventud, en velar que todas estas
promesas sean cumplidas, en que todo el apoyo que brindamos sea retribuido con
hechos, en trabajar y luchar por hacer de Venezuela un país mejor, en que haya
verdadera igualdad de oportunidades como se promete, en que la riqueza del país
no quede en manos de pocos, sino en manos de todos los venezolanos.
No nos dejemos
engañar por campañas sucias, por supuestos “paquetazos neoliberales”, la
propuesta de Henrique Capriles Radonski está muy clara, y lo que sí podemos
afirmar, es que si en algún momento se llegaran a aplicar este tipo de medidas,
los jóvenes seremos los primeros en salir a la calle a impedir y reclamar por
nuestros derechos y los de todos los venezolanos.
El
papel de la juventud está claro, somos el futuro y además lo forjaremos desde
ahora, pues son 7 millones de jóvenes que votan este 7 de octubre, y esa será
la diferencia entre la
Venezuela que tenemos, y la que estamos dispuestos a
construir, necesitamos un cambio, y ya Hay Un Camino para ello.
Juanluís Moreno.
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