1.- Origen
de la autonomía. Industria y autonomía. Libertad para el desarrollo de las
ciencias naturales.
El origen y
desarrollo histórico de la autonomía universitaria los asumimos como un
requerimiento para el avance de las fuerzas productivas, expresado en el progreso
de las ciencias naturales, de la astronomía, las matemáticas, más allá, o
haciendo a un lado la cuestión etimológica y su abordaje desde la perspectiva
de las ciencias de la psicología. Es lógico suponer que el desarrollo de las
ciencias supone perspectivas filosóficas diferentes a las implantadas por la
dogmática religiosa, o de cualquier índole, cuya realización crea condiciones
que abren las perspectivas de una subjetividad proclive al desarrollo
científico y de su aplicación para la creación de medios de producción e
instrumentos de trabajo que han contribuido cada vez más con la productividad
del trabajo y, por ende, con la producción y realización de la plusvalía
relativa, principalmente.
Así, su
permanencia y vigencia en condiciones del capitalismo es tal en tanto es requisito
de este campo científico de cara al desarrollo industrial. Dicho de manera más
general, la autonomía universitaria, ese medio que permite la libertad de
pensamiento para el encuentro de la verdad, está sujeta al desarrollo de las
fuerzas productivas materiales inscritas dentro de procesos industriales. Esta
demanda por establecer un espacio que garantice la libertad del pensamiento, de
las ideas, de la filosofía, de la interpretación del mundo en función de
garantizar la aplicación de principios que conduzcan a innovaciones científico
tecnológicas, supone enfrentar la escolástica cristiana, cuando nos referimos a
sus orígenes en el llamado mundo occidental. Giordano Bruno (Filippo Bruno, Italia, 1548-1600), ese mártir del pensamiento, quien
no claudicó frente a la escolástica y por ello fue lanzado a la hoguera, es el
emblema que representa esta confrontación. A su vez, Leonardo Da Vinci (1452- 1519)
representa la realización de la libertad de pensamiento, sólo que las épocas de
uno y otro estuvieron cruzadas por circunstancias opuestas, mientras el primero
padeció la inquisición, Leonardo disfrutó del renacimiento.
Mientras la
ideología hegemónica de las clases dominantes no encuentra mayor resistencia en
las sociedades capitalistas y, por ende, en sus centros de estudio, la
autonomía ciertamente abarca de manera muy amplia todos los campos de las
ciencias, el saber, la cultura y las artes. Sin embargo, en el momento en el
cual las ideas subversivas, que no sólo logran determinar el curso de los
acontecimientos sociales de manera científica, sino que, igualmente presentan
una perspectiva diferente al orden imperante, esto es, presentan como
alternativa un proyecto que plantea nuevas relaciones sociales de producción,
la autonomía, el libre encuentro de las distintas corrientes del pensamiento, se
enfrenta a limitaciones que impiden su plena realización. Eso es lo que explica que la autonomía, con
base en las demandas del capital, puede llegar a ser plena de cara al avance de
las ciencias naturales, pero no para el caso de las ciencias históricas.
Así, junto a las
primeras universidades, que surgen en los nacientes Estados nacionales,
encontramos una autonomía universitaria insipiente pero llena de los principios
que aún tienen vigencia. Junto a estos principios, fundamentalmente el de la
libertad de pensamiento, se van creando condiciones para el desarrollo de la
industria. A su vez, las ideas mercantilistas, van parejas a estos desarrollos,
así como al de la libertad de pensamiento. Así como el derruir las fronteras
feudales pasaba, en primera instancia, por la ampliación del mercado exterior
por encima de los mercados interiores, la libertad de pensamiento, que
permitiera enfrentar las ideas escolásticas que reprimían el desarrollo de
teorías fundantes de las ciencias modernas, de las ciencias naturales, era una
necesidad impostergable para la pujante y naciente industria y con ello de la
burguesía que daba sus primeros pasos como clase social en sí y para sí, con el
corsé que supones las relaciones enfeudadas. Es así como las primeras
corrientes autonomistas, que las encontramos en el corazón de la Europa
medieval, en Francia, Bolonia, entre otras, se desarrollan y cristalizan al
lado de las ideas económicas que amplían el horizonte del mercado hasta
configurar su carácter mundial.
En definitiva, el
capitalismo en ciernes, más bien, el desarrollo de las formas primitivas de la
industrialización, en el marco del proceso de acumulación originaria de
capitales, uno de cuyos resultados fue el cisma de la iglesia católica
apostólica y romana, demanda de manera pujante e indetenible el desarrollo de
la ciencia y su aplicación en tanto innovaciones científico técnicas.
Ello es lo que
la da un carácter a la autonomía, en el sentido de que junto a ella se va
entronizando la idea según la cual lo natural es el orden burgués. De tal
manera que este principio permite la liberación en el campo científico que
garantiza el desarrollo de las fuerzas productivas en el marco de las
relaciones capitalistas, pero, junto a ello, se le da un carácter metafísico al
orden burgués. Eso supone una contradicción que va pareja al grado en el cual
avancen las ideas subversivas en relación con lo establecido. De allí que la
autonomía se inscribe en el marco de la libertad burguesa, de sus principios y se
articula con la fórmula judeo cristiana del libre albedrío y, por ende con el
de la libertad de elegir. Esto es, se imbrica con principios fundamentales del
orden burgués. De esta manera se inscribe en el marco de las libertades
burguesas así como de su naturaleza metafísica por lo que su camisa de fuerza
no es otra que la trascendencia que puedan tener las ideas que pudiesen
subvertir el orden o que encuentren asidero en la conciencia de los oprimidos,
así como, aunque de manera más tenue, desarrollos científicos en el campo de
las ciencias naturales que no se correspondan con las demandas del capital en
una circunstancia concreta.
Por su parte, el desarrollo de las artes, de las
distintas manifestaciones culturales, de igual manera encontrarán las mismas
condicionantes. Mientras se ubiquen como expresiones que afiancen la cultura
dominante, mientras contribuyan con el principio según el cual en el capitalismo se producen bienes que
satisfacen necesidades, por lo que se crean los sujetos en correspondencia, así
como no subviertan lo establecido, o no representen un peligro sustancial a una
forma de dominación burguesa, la producción cultural y artística encontrará una
relativa libertad.
Por otra parte,
la AU es esencial en la condición de toda universidad inscrita dentro de la
investigación y la creación artística y cultural. Por ello no podemos concebir
el concepto de universidad desligado de la AU. Si ello no es realizado más que
universidad, ese centro educativo que no cuente con la autonomía plena, es
productora de una fuerza de trabajo de relativa calificación para satisfacer la
demanda del aparato productivo. Sólo eso.
Por ello, más
que una ingenuidad resulta una inconsecuencia quienes plantean que la autonomía
encuentra en la autogestión, en la cogestión o, en general, la independencia financiera,
la condición para ser realmente efectiva. Inconsecuencia que trasiega el tufo
liberal detrás de una postura (o impostura?), supuestamente de progreso y
autonomista. Es como el remedio que consiguieron los profesores universitarios
al privatizarse el servicio de salud y descargarlo en sus propias espaldas, con
el ánimo de independizarse del Estado. La autonomía está sujeta, como hemos
tratado de plasmar, a las demandas objetivas y subjetivas del orden burgués. Si
nos ubicamos en el carácter relativo de la autonomía, así como también en las
condiciones que le dan vigencia, nos percataremos de que esta institución
prevalece y es auspiciada por el estado burgués como una de sus instituciones
fundamentales en aras del saber que demanda la industria y la cultura burguesa.
2.- Autonomía universitaria, aspectos objetivos y
superestructurales
La articulación dialéctica
entre la base material y objetiva y las relaciones imperantes, conduce a
subjetividades concretas. Esto es, el resultado de la confrontación entre las
relaciones sociales de producción y el desarrollo alcanzado por las fuerzas
productivas, frenadas por aquellas, impulsan o crean espacios para la
realización de la libertad de pensamiento, sobre todo en condiciones del
incipiente capitalismo. Aunque es de destacar que en cualquier circunstancia la
aplicación de principios que liberan las fuerzas productivas es una constante
en el desarrollo de la humanidad, por lo
que no es de extrañar que, en la medida que el hombre va aprehendiendo los
principios que rigen el movimiento de la materia, aun cuando esto venga imbuido
en manifestaciones mágicas, se va imponiendo la conciencia en la aplicación de
tales principios para el progreso, lo cual no supone que no se encuentren
obstáculos en el camino. Las evidencias son demasiado contundentes como para
negar esta afirmación. Por lo que podemos concluir en que, a pesar de las
limitaciones que imponen las fuerzas reaccionarias en cada momento histórico,
siempre han terminado por imponerse las formas de conciencia que apuntalan el
desarrollo de las fuerzas productivas materiales, expresado, en primera
instancia, en la entronización en el cerebro de hombres concretos hasta
convertirse en una tendencia social. Todas las formas del irracionalismo reaccionario
se convierten en frenos para el avance de formas de conciencia que coadyuvan al
desarrollo de la humanidad. Fíjese que hablamos del irracionalismo
reaccionario, toda vez que, tratándose, como de toda categoría histórica, de su
realización concreta, la historia demuestra que han existido y existirán formas
de irracionalismo que propenden al desarrollo y otra que, por el contrario
frenan en avance de la humanidad. Ahora bien, esta afirmación supone que la AU,
o la libertad de pensamiento, para decirlo en términos más generales e
históricos, es la forma más acabada bajo el imperio de las formas de conciencia
que ubican el desarrollo social dentro de una concepción metafísica, esto es,
que frenan y buscan evitar la transformación social, sólo que, en el caso del
capitalismo, demanda de un impetuoso desarrollo de los medios de producción y
de la ampliación ilimitada del mercado.
La complejidad
de esta relación, articulación y contradicción radica en el hecho de que las
fuerzas productivas son frenadas pero no detenidas. Su desarrollo es
permanente. Incluso hasta las confrontaciones bélicas han supuesto su
desarrollo. Si no, veamos las innovaciones alcanzadas al calor de la
confrontación armada en todos los tiempos. Es necesario ubicar que esta
categoría encierra muchas determinaciones y continentes, aunque debemos
identificar que el hombre, la especie, la fuerza de trabajo, es la fundamental
y principal. Fuerza productiva es crecimiento vegetativo, cultura, ciencia,
estética, cuya derivación es y será cada vez más esperanza de vida y
humanización en su expresión más acabada.
Así, articulada
con el necesario desarrollo de las ciencias naturales surge una superestructura
ideológica que legitima tales instancias. Se presenta una articulación, nada
homogénea ni lineal entre las condiciones objetivas y las subjetivas, en sus aspectos
jurídicos y culturales, que permiten una realización concreta pero no ilimitada
de las ciencias.
3.- La ubicación histórica de la autonomía
universitaria
Este proceso se
realiza y desarrolla, en sus orígenes, de manera muy controversial dado que la
industria aparece en el marco de las relaciones feudales, pero, de igual manera
en condiciones de mayor desarrollo capitalista, sigue imperante la
contradicción. El feudalismo demanda de un relativo desarrollo de la industria,
tanto para satisfacer las demandas de medios de producción, en el marco de la
camisa de fuerza que representa el orden feudal, como para satisfacer a las
clases dominantes, la nobleza feudal, en cuanto a la demanda de bienes de
consumo. Ello explica estos episodios históricos controversiales. A su vez, el
desarrollo de la industria supone el dominio de principios del movimiento y
estos, su descubrimiento e identificación entran en contradicción con la
escolástica reaccionaria del momento. Las ideas de Copérnico (1473-1543), quien
vivió en el período del renacimiento, además, estudió en Bolonia y París, esto
es, en el ambiente liberal, y las de Kepler (1571-1630) en el marco del protestantismo,
encuentran resistencia en la escolástica cristiana, pero el primero por el
ambiente autonomista y el segundo.
Como toda
categoría histórica la AU tiene una ubicación históricamente determinada. Es la
demanda del desarrollo de las fuerzas productivas materiales lo que maraca su
origen y desarrollo subsiguiente. Más específicamente, el desarrollo industrial
en condiciones feudales, empuja a la creación de espacios para la búsqueda de
la verdad lo que a su vez conduce a la confrontación con la escolástica
religiosa del momento. En lo sucesivo, esta determinación va a estar a momentos
en confrontación con lo establecido, dado que se trata de una institución que,
aparte de ser propia del llamado mundo occidental, está sujeto, su desarrollo a
circunstancias que obedecen a condiciones objetivas del proceso de acumulación
de capitales. Por ejemplo, indiscutiblemente que, en última instancia, es la
composición orgánica de capitales la que determina las ramas de la industria
que más impulso van a recibir, dada la competencia capitalista así como el
comportamiento de la cuota de la ganancia, dado su desarrollo desigual y su
tendencia a la nivelación. Esas son tendencias absolutas del desarrollo del
orden burgués. De allí el estímulo y, por ende, el condicionamiento de las
líneas de investigación en las grandes universidades. Así, siempre la autonomía
está sujeta a estos intereses. Es así como los mayores desarrollos de las
ciencias naturales, de las innovaciones científico tecnológicas, a escala
planetaria, se encuentran estrechamente a la industria armamentista, a la
industria bélica. Más aún, buena parte de los grandes avances en la industria
civil son el resultado de aplicaciones que se desprenden de la industria de la
guerra.
Asimismo, la
realización de esta institución está sujeta a los vaivenes políticos del estado
burgués. So la autonomía se convierte en un medio para el desarrollo del
pensamiento subversivo, que atenta contra el estado de cosas imperante.
De tal manera
que son las relaciones capitalistas de producción las que determinan que la
autonomía forme parte de la superestructura jurídico política dominante del
orden burgués, de la democracia burguesa representativa, en la cual impera la
alternancia política como forma de legitimación de la explotación del trabajo.
De allí que, en el entendido de que toda superestructura encuentra su razón de
ser en tanto permite afianzar el carácter dominante de la ideología de la clase
dominante, la autonomía universitaria encuentra limitaciones en su realización
en el marco del orden capitalista. Valga el caso, principal y fundamentalmente
del desarrollo de las ciencias naturales enfrentada a la apologética burguesa,
y las manifestaciones culturales entendidas como la contracultura enfrentada a
las expresiones dominantes de la cultura burguesa. Aunque, como hemos indicado,
no toda la producción científica en los otros campos de la ciencia encuentra
posibilidades de desarrollo, siendo limitadas por las orientaciones del
capital.
Las
instituciones burguesas, como las de cualquier Estado, están al servicio de las
relaciones de producción imperantes, a la estructura económica que dimana de
ellas. Por supuesto, de ello no escapa la universidad burguesa así como la AU.
No obstante, ellas resumen una condición controversial, contradictoria, así
como lo encierran otros principios de la democracia burguesa como forma de
dominación por excelencia del orden burgués. Los comunistas defendemos el
principio de libertad de prensa ubicados en su carácter contradictorio, a
saber, sirve para legitimar el orden de explotación del hombre por el hombre
bajo el principio de la igualdad entre hombres desiguales, pero de igual forma,
cuando la realizamos desde la perspectiva revolucionaria, sirve para
desenmascarar la naturaleza de lo establecido, así como para educar a los
trabajadores y a los oprimidos. Así también levantamos la bandera de la defensa
de la autonomía bajo esta misma perspectiva. La búsqueda de la verdad en
cualquier campo fuerza a la elevación de la conciencia, al dominio de las leyes
que rigen la materia, una de cuyas formas de expresión es la sociedad. El
dominio de esas leyes tanto de la naturaleza como de la sociedad conduce al
camino de la transformación. Ese principio es revolucionario.
4.- La autonomía en Venezuela.
Como hemos
indicado, la AU supone un principio vinculado a cuestiones objetivas y
subjetivas; a la estructura y a la superestructura. Está ligada al desarrollo
de las fuerzas productivas pero, a su vez, es un principio de la democracia
burguesa. Por ello en Venezuela, más en general, en América Latina, la AU ha
tenido una realización sujeta a tal principio, a la libertad de pensamiento, de
las ideas, de la democracia burguesa pues. Lo que no supone que su realización
haya contado ni con una dimensión plena, ni que haya servido para una
liberación de las fuerzas productivas en correspondencia con las
potencialidades. Es de suponer que es en los países en los cuales las
posibilidades de desarrollo industrial han sido más claras donde ello se
expresa de mejor manera. No es gratuito, que el Manifiesto de Córdoba,
Argentina, haya tenido como epicentro la economía de mayores perspectivas
industriales en toda Latinoamérica.
Mientras, la
autonomía y la institución universitaria en Venezuela han estado circunscritas,
históricamente hablando, principalmente a las libertades políticas y a la reproducción
de fuerza de trabajo con la calificación que demanda un aparato productivo cuyo
desarrollo lo determina la división internacional del trabajo y las necesidades
de la oligarquía financiera. Así, profesiones diversas al servicio de la
acumulación capitalista en condiciones de semicoloniaje se reproducen en la
universidad venezolana con las limitaciones que ello supone. Abogados,
economistas, administradores, médicos, entre otras, son las profesiones que van
a nutrir el aparato de estado, la empresa capitalista, la red de salubridad y
educativa que permite la reproducción de fuerza de trabajo barata y de
determinada calificación. Así, nuestra condición de país dependiente y
semicolonial, con gobiernos que nada o muy poco han contribuido con la
liberación de las fuerzas productivas en el marco del proyecto antinacional que
propician, ha limitado la universidad a estos aspectos.
La autonomía no se ha
convertido en un medio que permita desarrollos importantes en materia
científico tecnológico, así como en el desarrollo de un pensamiento en el campo
de las ciencias sociales, capaz de plasmar una crítica lo suficientemente rigurosa
de nuestro desarrollo histórico y de brindar una alternativa nacional y popular.
Lo cual no significa que no se hayan producido realizaciones importantes en
estos aspectos desde una perspectiva revolucionaria, tal el caso de aportes
como en su oportunidad dejaron Salvador de La Plaza, Rodolfo Quintero, Raúl
Domínguez, entre otros. De igual manera en otros campos de la ciencia y la
cultura, de igual manera siempre han destacado valiosos intelectuales que se
han abierto paso a la limitación que encierra lo afirmado líneas atrás.
Estas
consideraciones se articulan a la represión contra el movimiento estudiantil y
universitario durante la década de los sesenta cuyo punto más emblemático lo
constituyó el allanamiento de la Universidad Central de Venezuela y de otras
universidades autónomas del país. La violación de la autonomía y su cercenamiento
transitorio, condujo a una nueva Ley que limitó aspectos formales de cierta
significación. Por su parte, el elemento esencial de la autonomía como medio
que garantiza el libérrimo encuentro de las distintas corrientes del
pensamiento, en el marco del desarrollo de las fuerzas productivas materiales,
siempre ha estado limitada por la naturaleza política del estado venezolano.
Ese continuo ha estado presente desde que se establece el régimen autonómico
con las leyes de universidades del período bipartidista y del régimen chavista.
De resto, sobre
todo en estas tres últimas décadas, esta institución ha servido, fundamental y
principalmente, para defender una libertad fundamental para la libertad del
pensamiento, para su libre expresión. Eso es una cosa muy buena. Sin embargo
también es justo señalar que ello se ha dado en el marco de la hegemonía de las
ideas principales de la oligarquía financiera. Si no, veamos cómo se han
propagado y afianzado tesis que, aparte de servir de soporte de la política del
gran capital, han servido de base para que el revisionismo chavista encuentre
argumentos para denunciar el carácter reaccionario de las universidades
autónomas, desde la perspectiva del “socialismo” que “impulsa” el régimen. Lo
que facilita el engaño, toda vez que sí es cierta la presencia y hegemonía de
las ideas reaccionarias en las universidades autónomas. De ello han derivado
cambios de contenidos programáticos en los cuales se eleva a dogma las tesis
del posmodernismo, la globalización y el neoliberalismo. Más aún, la
apologética prooligárquica ha colocado al marxismo como tesis absolutamente
folklóricas e irrealizables, por decir menos. Se trata de un fenómeno similar
al que se presenta en relación con los medios de comunicación, al menos de los
más emblemáticos para la oposición venezolana, que terminan formando parte
constitutiva de la estrategia chavista aun sin saberlo. Para el chavismo, en
particular para Chávez, los medios le han facilitado la estafa cuando al ser
acusado de revolucionario, socialista o comunista, se entroniza en la
conciencia de amplios sectores buena parte del discurso que sirve para la
impostura. Ello es el producto de la
naturaleza de clase y del imperio de las posiciones más reaccionarias del
momento histórico cuyo fundamento es la apologética que afianza la estrategia
del capital hegemónico. Así, esta circunstancia, el afianzamiento de las ideas
liberales y reaccionarias dentro de las universidades, se ha convertido en un
flanco que ha sido relativamente aprovechado por el chavismo contra las
universidades. Han logrado combinar el discurso progresista y revolucionario
con la postura represiva, “justificada” por el argumento según el cual las
universidades son centros de la reacción.
Ahora bien, atender
el problema de la AU en condiciones del chavismo supone ubicar, en primera
instancia, el papel del revisionismo como sustento principal del régimen para
legitimar una forma de dominación a favor de la oligarquía financiera. Aun
cuando ya se presentan claros rasgos de agotamiento del revisionismo chavista,
podemos afirmar que ya comienza a caducar, hasta el momento el revisionismo
chavista ha sido muy eficaz para afianzar al régimen, al punto de que buena
parte de la sociedad lo viene apoyando. En un momento dado, podemos afirmar que
la mayoría de los venezolanos apoyó a Chávez. Aunque ese porcentaje ha ido
mermando de manera significativa, un grueso sector de los pobres, de
trabajadores y campesinos apoya a Chávez, e incluso buena parte de la sociedad
se identifica con el discurso socialista. Es más, una de las cuestiones que
viene afianzándose es que la mayoría de los venezolanos se identifica con el
socialismo, independientemente de que no logran ubicar la conceptuación de esa
categoría. Ahora bien, la excepción han sido las universidades autónomas, buena
parte de las experimentales, así como en las privadas, en las cuales lo que se
ha reproducido es un rechazo de significación al régimen, mientras se afianzan
las posiciones liberales por decir menos.
Son muchas las
determinaciones de esta circunstancia, apenas queremos centrarnos en una de las
fundamentales y que demanda de nuestro esfuerzo, ubicando la perspectiva
progresista, democrática y revolucionaria. Nos referimos al hecho de que
quienes se asumen revolucionarios, socialistas o comunistas, e incluso, se
inscriben dentro de una concepción avanzada de la socialdemocracia, no hemos
sido un factor de orientación en este escenario, el cual ha sido presa fácil de
la ideología reaccionaria al punto que parece haber extirpado el espíritu
crítico, al menos en el campo de las ciencias sociales. Mientras se enfrenta al
régimen y su naturaleza, es de rigor reivindicar la perspectiva teórica de los
comunistas, de los revolucionarios para ubicarnos en una posición más laxa.
Siendo la universidad un espacio para la búsqueda de la verdad, es de rigor que
una de las cuestiones que debe ser privilegiada es el análisis de este régimen,
es la reivindicación de una óptica científica, capaz de desenmascarar su
naturaleza revisionista, esto es, socialista de palabra pero al servicio de la
oligarquía financiera.
Pero, a la
inversa, mientras se enfrenta al régimen quienes han ganado espacio son las
tesis de la apologética burguesa.
La ofensiva
reaccionaria en las universidades no comienza con el chavismo. Por el
contrario, desde mediados de la década de los 70, alcanzando su punto de máximo
desarrollo a finales de los 80, en las universidades venezolanas,
principalmente en las autónomas, la ideología dominante encontró el mejor de
los espacios para su afianzamiento y reproducción. Los ideólogos del capital,
los apologistas de toda ralea, pero principalmente quienes levantaron las ideas
posmodernas, liberales y propagaron las ideas de la globalización.
Este proceso que
afianza la ideología prooligárquica en las universidades, este proceso de
reaccionarización, es el resultado de una condición objetiva de la sociedad
venezolana, para ser precisos, del afianzamiento del papel de nuestro país en
la división internacional del trabajo.
Mientras la especialización en la producción petrolera garantiza
ingresos extraordinarios producto de una renta la compra de productos de
consumo masivo en el exterior, principalmente en Estados Unidos, drena . Tesis
que encuentra asidero en una realidad en la cual la educación superior apenas
sirve para reproducir una fuerza de trabajo de relativa calificación, que
muchas veces no encuentra siquiera condiciones para realizarse como trabajo
cuya complejidad está dada por el proceso educativo.
4.- la defensa de la autonomía en condiciones en las
cuales hay un freno al desarrollo de las fuerzas productivas y a las libertades
democráticas.
La autonomía
universitaria está en peligro. Eso es indiscutible. No sólo se trata de la
circunstancia política que implica un régimen autoritario con pretensiones
totalitarias, que desconoce las libertades democráticas, sino que también se
trata de un régimen que viene destruyendo el aparato productivo. Ya no se trata
de la defensa de la autonomía en tanto que ella garantiza la libertad para
expresar teorías y desarrollos políticos, sino que de igual manera el proceso
de destrucción del aparato productivo es de tal grado que el conocimiento y los
desarrollos científico tecnológicos, se encuentran en peligro de extinción,
dado que apenas un sentido inercial mantiene líneas de investigación iniciadas
con ímpetu pero, muchas veces abandonadas del apoyo financiero y el estímulo
moral institucional.
En primera
instancia, en las actuales circunstancias, la defensa de la autonomía
universitaria es fundamental de cara a la ofensiva antidemocrática que ha
mantenido el régimen. Si no ha logrado mayores espacios es producto de la
resistencia que han mantenido las universidades venezolanos dentro de la idea
de que la autonomía es defensa de la libertad de pensamiento. Es, en
definitiva, una institución que forma parte de las libertades democráticas
conquistadas luego de décadas de luchas contra tiranías y ese espíritu heredado
del oscurantismo. La defensa de la autonomía, por tanto, forma parte de la
plataforma política de los sectores democráticos y progresistas en su sentido
político, y de quienes aman la cultura y el saber positivo. Además, la defensa
de la autonomía es la defensa de la posibilidad de pensar por un mundo mejor.
Estas
consideraciones motivan, desde una perspectiva progresista, no sólo a la
resistencia de la tendencia autoritaria, sino también a la lucha por una
perspectiva democrática y de contenido nacional. Esto es, fuerzan a la
necesidad de levantar, desde las universidades, un proyecto de país que de
verdad garantice la liberación de las fuerzas productivas; de un proyecto que
conduzca a la independencia nacional con base en la revolución industrial,
sin que ello suponga atravesar por las
calamidades que históricamente han creado estos procesos liberadores de fuerzas
productivas materiales. Las circunstancias políticas, han estado signadas,
entre otras cosas, con las falencias de una oposición que ha sido incapaz de
levantar un proyecto de país alternativo frente a lo establecido. Las universidades,
en este sentido, también han estado rezagadas.
De allí que antes que nada
debemos pensar un país donde se haga valer el concepto de autonomía antes
descrito, pero de mayor contenido hasta poder legitimar ideas de transformación
revolucionaria, si de verdad queremos hacer valer tanto la ciencia social como
la perspectiva que brinda para el desarrollo histórico. Esto es, reivindicar la
tesis según la cual el capitalismo no es un orden natural inmodificable, por el
contrario es un régimen más de producción que dará paso indefectiblemente a un
nuevo orden social basado en la solidaridad. Asimismo, la universidad
venezolana debe reivindicarse como el centro principal para el afianzamiento de
la cultura nacional sustentado en la ética que demanda la transformación
social, esto es, la ética en la cual se colocan los intereses supremos por
encima de los particulares, sin que ello suponga un freno a la realización
personal.
Se trata de un
proyecto político uno de cuyos componentes debe ser la autonomía universitaria
en su sentido filosófico y en su sentido histórico y político. Esto es, la
autonomía en términos de su realización en tanto hay producción de conocimiento
científico en todas las áreas de la ciencia, así como de la creación artística,
cultural y humanística, en correspondencia con el afianzamiento de la identidad
cultural que demanda el desarrollo nacional. Supone, por tanto, la implantación
de una nueva ideología dominante, de carácter nacional y popular. Ello es lo
que a fin de cuentas permitirá la elusión de la contradicción presente en la
universidad burguesa toda vez que, al ser dominante una ética en la cual se
privilegia el desarrollo de la industria productora de bienes que satisfagan
las necesidades de la gente, de la producción de máquinas para incrementar la
productividad del trabajo y así poder destinar fuerzas productivas a nuevas
ramas, se profundiza en la investigación en áreas del conocimiento
fundamentales para la innovación y desarrollo científico tecnológico. Pero de
igual manera se recreará la cultura en aras de afianzar patrones de consumo en
consonancia con nuestra condición independiente y soberana.
“La universidad en su conjunto es
una institución de siglos que transfiere un
poder siglos. En nuestra cultura
se aspira a que sea la institución de los sabios
que reconocen y forman a los
sabios. El ejercicio soberano del saber que se les
reconoce es su autonomía. La
autonomía universitaria nació al compás de las
conquistas de los fueros por las
corporaciones, gremios y guildas en la sociedad
medieval. Tal cual un gremio de
orfebres reclamaba de las más altas
autoridades eclesiásticas y
civiles fuero para regirse, determinar quién podía ser
un maestro orfebre, escoger,
formar e incorporar a los aprendices y velar por la
calidad en el ejercicio del
oficio que mejor que nadie conocía, grupos de
profesores o estudiantes, que
quisieron acometer sus estudios por fuera de las
escuelas catedralicias,
reclamaron fuero para determinar quién podía enseñar y
quién no y para mantenerse en eso
a salvo de la interferencia de cualquier poder
local. Papas, emperadores y reyes
concedieron esos fueros a los studia
generlia, en especial el privilegio de
determinar quién podía enseñar en
cualquier parte, el ius ubique docendi, con el cual, según los
historiadores, nació
la universidad (Pedersen 1997:
122, ss.; Rashdall 1997: I, 1, ss.). Algo de esos
fueros medievales quedó también
en otra institución asociada con el control del
saber en nuestra sociedad, la
profesión con su colegio profesional.
Sabemos que en esos días
‘universidad’ significaba apenas “comunidad y
ayuntamiento de gentes y cosas”,
como aún decía a comienzos del siglos XVII
Covarrubias en su Tesoro de la lengua
castellana o española (cf. también
Rashdall ibid) y que los privilegios que
recibieron los studia
generalia fueron
tocantes a muchas materias y
servían para muchos propósitos: para que
estudiantes y profesores pagaran
más bajos arriendos, fueran aprehendidos y
juzgados sólo por sus colegas
-salvo en caso de asesinato o mutilación- o para
que tuvieran el monopolio del ale, la fuerte cerveza medieval (cf. Rashdall ,
ibid.)”
Carlos Hermoso
Caracas, 15 de
febrero de 2010
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